Son
padres y madres cuyo estilo educativo tiene un nivel alto en ambas dimensiones.
Es decir, demuestran afecto a sus hijos, son sensibles a sus necesidades, se
interesan por sus asuntos y sus vidas, hablan con ellos, promueven el diálogo
en la familia y explican las cosas a los niños. Al mismo tiempo ejercen también
un nivel alto de exigencias y control. Es decir, imponen normas claras que los
niños deben cumplir y que están adaptadas a sus posibilidades, así como
horarios y rutinas. Estas normas se mantienen a lo largo del tiempo y se
explican a los niños siempre que sea necesario. Se exige el cumplimiento de
dichas normas de manera firme pero no absolutamente rígida. Cuando los niños se
portan mal, estos padres y madres les explican por qué han actuado mal y cuál
es el modo correcto de comportarse.
El
estilo democrático es el más adecuado de todos los estilos educativos. Los
hijos de estos padres tienen una autoestima más alta, muestran una mayor
competencia social, tienen más capacidad de autocontrol y toleran mejor la
frustración. Son más capaces de posponer la satisfacción inmediata de sus
deseos (es decir, son menos caprichosos) y son más independientes. Tienen
también un mayor rendimiento académico.
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