Historia de la tortuga
“Antiguamente
había una hermosa y joven tortuga, tenia 6 (7, 8,…) años y acababa de empezar
el colegio. Su nombre era Pequeña Tortuga. A ella no le gustaba mucho ir al
Cole, prefería estar en casa con su hermano menor y con su madre. No le
gustaba aprender cosas en el colegio,
ella quería correr, jugar… era demasiado difícil y pesado hacer fichas y copiar
de la pizarra, o participar en algunas de las actividades. No le gustaba
escuchar al profesor, era más divertido hacer ruidos de motores de coches que
algunas de las cosas que el profesor contaba, y nunca recordaba que no los tenía
que hacer. A ella lo que le gustaba era ir enredando con los demás niños,
meterse con ellos, gastarles bromas. Así que el colegio para ella era un poco
duro.
Cada
día en el camino hacia el colegio se decía a si misma que lo haría lo mejor
posible para no meterse con ellos. Pero a pesar de esto era fácil que algo o
alguien la descontrolara, y al final siempre acababa enfadada, o se peleaba, o
le castigaban. “Siempre metida en líos” pensaba “como siga así voy a odiar al
colegio y a todos.” Y la Tortuga lo pasaba muy pero que muy mal. Un día de los
que peor se sentía, encontró a la más grande y vieja Tortuga que ella hubiera
podido imaginar. Era un vieja Tortuga que tenía más de trescientos años y era
tan grande como una montaña. La Pequeña Tortuga le hablaba con una vocecita
tímida porque estaba algo asustada de la enorme tortuga. Pero la vieja tortuga
era tan amble como grande y estaba muy dispuesta a ayudarla: “¡Oye! ¡Aquí!”
dijo con su potente voz, “Te contaré un secreto. ¿Tú no te das cuenta que la
solución a tus problemas la llevas encima de ti?”. La Pequeña Tortuga no sabia
de lo que estaba hablando. “¡Tu caparazón!” le gritaba “¿para qué tienes tu concha?
Tú te puedes esconder en tu concha siempre que tengas sentimientos de rabia, de
ira, siempre que tengas ganas de romper, de gritar, de pegar…Cuando estés en tu
concha puedes descansar un momento, hasta que ya no te sientas tan enfadad. Así
la próxima vez que te enfades ¡Métete en tu concha! A la Pequeña Tortuga le
gustó la idea, y estaba muy contenta de
intentar este nuevo secreto de la escuela. Al día siguiente ya lo puso
en práctica. De repente un niño que estaba cerca de ella accidentalmente le dio
un golpe en la espalda.
Empezó
a sentirse enfadada y estuvo a punto de perder sus nervios y devolverle el
golpe, cuando, de pronto recordó lo que la vieja tortuga le había dicho. Se
sujetó los brazos, piernas y cabeza, tan rápido como un rayo, y se mantuvo
quieta hasta que se le pasó el enfado. Le gustó mucho lo bien que estaba en su
concha, donde nadie le podía molestar. Cuando salió, se sorprendió de
encontrarse a su profesor sonriéndole, contento y orgulloso de ella. Continuó usando su secreto el resto del
año. Lo utilizaba siempre que alguien o algo le molestaba, y también cuando
ella quería pegar o discutir con alguien. Cuando logró actuar de esta forma
tan diferente, se sintió muy contenta en
clase, todo el mundo le admiraba y querían saber cuál era su mágico secreto”.
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